#20 Todo lo que cabe en un castillo
Pasa, pasa, no te quedes ahí, que se escapa el gato.
Enero, el nuevo año. Mi nueva vida. Espero que dentro de 20 años, cuando relea estos castillos —si internet sigue, claro—, me dé cuenta de que, aunque 2024 ha sido un año al que no volveré ni en el recuerdo, he sido capaz de sobreponerme y encontrar la chispa en la tristeza.
¡Bienvenidos!
Un castillo.
Lo bueno de vivir en un castillo cada mes es que puedes encender la chimenea y quedarte a ver cómo se hace de noche, mientras las montañas se van oscureciendo. Te pones una de esas listas de 432 Hz que te auguran una conexión con el universo y te alinean los chakras con la paz de la galaxia... y a gozar. Qué es invierno y hace frío.
Me imagino que, tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, todos estaréis buscando un refugio antinuclear con manantial incluido. Os dejo más abajo unas opciones. Yo, no tengo ninguna intención de sobrevivir más de 3 días al apocalipsis, así que mi castillo seguirá disfrutando del aire libre mientras pueda




África, más concretamente Ruanda, más concretamente Bisate Lodge, en el Parque Nacional de los Volcanes. Uno de esos lugares insultantemente caros e insultantemente bellos. Debería estar prohibido ir a molestar a los últimos gorilas del planeta, que sobreviven a nuestra huella de carbono. Es mi sueño ver un gorila, pero también lo es dejarlos en paz. Imagínate que eres un señor gorila y va a hacerse una foto alguien disfrazado de safari, con algún título nobiliario en su DNI, con ropa de color faja, en una más que probable luna de miel. Pobre gorila. Puedes reservar aquí, pero también puedes dejarlos en paz para que no se extingan.
Una cena.
Desde hace ya dos años, en Nochevieja ceno lo que me da la gana, sin caer en los tecnicismos sobre lo que debería cenarse o dejar de cenarse en la última noche. Yo ceno los sanjacobos especiales de mi madre, que siempre son especiales porque siempre los hace igual: una parte de lomo de dos colores, una de fiambre de pavo y un señor tranchete, todo ello empanado con cuidado, porque no tiene la otra parte de lomo que sirve para sostenerlo, y que lo haría mucho más denso de lo que a mí me gustaría. Gloria bendita. Mamá, te quiero. También tomo arándanos de la suerte, porque no puedo comer uvas o gajos de mandarina. Y esto ha sido una de mis mejores decisiones en la vida. Hasta aquí tampoco tiene que importaros mucho, la verdad, pero sí importa cuando se trata de la última cena.
Me pregunto muchas veces qué será lo último que cenó fulano o mengano, desde un amigo que decidió dejarnos hace un tiempo hasta diferentes personajes de la historia. ¿Qué cenó Pasolini antes de que lo asesinaran? Ya he hablado de Teorema como una de las mejores películas de todos los tiempos (y que no me cansaré de recomendaros), pero volviendo al tema: ¿qué eliges cuando no sabes que vas a morir? Pasolini salía de su restaurante favorito en Roma, Al Biondo Tevere, después de cenar: en unos sitios dicen que fue chuletón con una ensalada simple, y en otros, espaguetis. Fue entonces cuando se encontró con una muerte atroz. Lo apalearon, lo desfiguraron y lo quemaron. Igual da, porque su asesinato —sangriento, sanguinario, brutal e injusto— sigue siendo un misterio, y se llevó a una de las mentes más revolucionarias de Italia, que tanta falta les hacía a los italianos y al mundo entero.
Alguien que miró Roma con más admiración que los propios romanos merecía haber vivido hasta el final de su vida y haber cenado los sanjacobos de mi madre.




Una carrera.
Hace un tiempo me dio el venazo de correr por el parque, a trote cochinero, sí, sin pensar en las consecuencias que eso podría tener para la gravedad de las partes colgantes de mi cuerpo. Lo dejé. Siempre he preferido el calorcito de una piscina de invierno y de un gimnasio con juguetes. Aún así, admito que correr es divertido y está lleno de retos. Aunque no sean los míos. The Speed Project es la carrera sin reglas ni espectadores que interesa. Lo que oyes, no habrá laureles al final.
Sus creadores, Nils Arend y Blue Benadum, idearon esta carrera de relevos en la que participan seis corredores. Es secreta y se necesita invitación para participar. Las 340 millas (548 km) que separan Santa Mónica de Las Vegas solo se pueden recorrer evitando la autopista; está prohibida. Cualquier dirección es válida, pero la «ruta OG» es la más popular: desde Santa Mónica a Las Vegas, subiendo a través de Hollywood y Antelope Valley, pasando por un cementerio de aviones en el borde del desierto de Mojave y la ciudad de Barstow en Inland Empire, atravesando la remota ciudad de Baker y siguiendo el borde del Parque Nacional Death Valley. Luego sigue un segmento corto del Old Spanish Trail y finalmente la Ruta 160 hacia Las Vegas. Brutal y brutísima. Pero cabe una locura más: hacerla en solitario. Has oído bien. James Poole lo hizo y lo documentó todo:
Puedes encontrar algo de información en su instagram y ver la carrera en vivo mientras sucede, ya que es retransmitida por sus fundadores desde la comodidad de su limusina, una Lincoln de 1990.




Y recuerda si te para la policía, di que estás dando un paseo…
Un Búnker.
Si estás completamente poseído por el espíritu de cualquier megamillonario con un ego tan grande que cree que su vida es de vital importancia para la supervivencia del planeta, esta es tu página. Me imagino que, si tienes la aspiración de sobrevivir a la caída del sol, querrás hacerlo a todo confort.
En Vivos Point, cada búnker ofrece una superficie suficiente, con la posibilidad de altillo, para alojar cómodamente de 10 a 24 personas y sus suministros necesarios, durante un año o más, en un refugio autónomo sin necesidad de salir al exterior.
Cada búnker está enterrado y protegido bajo gruesas bermas de tierra, supuestamente diseñadas y construidas por el Ejército para resistir una onda expansiva significativa, y se encuentran estratégicamente separadas del siguiente búnker por 400 pies en todas las direcciones. Esta forma elíptica mitiga una onda expansiva en la superficie, así como la lluvia radiactiva, gracias al grosor de la capa de tierra y hormigón.
La protección está garantizada contra prácticamente todas las amenazas conocidas, ya que cada búnker incluye una enorme puerta blindada de hormigón y acero, que se sella para detener cualquier permeación de agua, aire o gas; conductos de ventilación de aire y escape, y una salida de emergencia secundaria.
Con un pago inicial de 55.000 dólares, más un alquiler anual de 1.091 dólares por búnker, es tuyo.
Puedes crear tu propio plano o elegir uno de estos 5 planos de búnker, diseñados para alojar de 4 a 20 personas, con opciones que incluyen un gran salón, cocina, dormitorios privados, una suite principal, baños completos y medios baños, un gimnasio, lavandería, sala de filtración y bombeo de agua, sala de energía y generador, sistema de filtración de aire, una sala de barro, chimenea de escape y tu propio mobiliario. Al igual que los métodos actuales de construcción modular, todo el interior está diseñado para ser desmontable, para que puedas llevarlo a otro búnker o llevarlo contigo como tu propiedad personal.
El lugar… en Dakota del Sur, un sitio precioso que no verás porque no podrás salir a la superficie. Tu vida será como tu búnker… y la de tus vecinos, claro.
Aquí un video de como es:
Un libro.
Louisa May Alcott, nació en Germantown, Pensilvania, en 1832. Su padre, Amos Bronson Alcott, pedagogo, escritor y filósofo miembro del movimiento de los trascendentalistas, educó a Louisa May y a sus tres hermanas. La incapacidad del padre a mantener un trabajo fijo, le llevó a trabajar desde muy joven, ya fuera como maestra, costurera, institutriz, criada o escritora. El éxito le llegó con la publicación de la novela autobiográfica Mujercitas (1868), una obra que escribió por encargo de su editor y en la que se aprecia uno de los temas más importantes para ella: la educación de las mujeres durante la juventud.
Durante toda su vida, Alcott fue una entregada defensora de los derechos de la mujer, abogando en sus ensayos por el derecho al voto, y también apoyando la causa abolicionista. Pasó sus últimos años de vida en Boston, Massachusetts, donde murió en 1888, días después del fallecimiento de su padre.
La joya que os traigo es una de sus obras más peculiares, Alcott cuenta de forma muy curiosa la experiencia que vivió cuando en 1843 se trasladó con su familia a la comunidad Fruitlands (enlace solo en inglés, pero si a alguien le interesa más, puedo contárselo), un refugio utópico y trascendentalista en una granja próxima a la ciudad de Harvard, Massachusetts cuando ella contaba con 11 años de edad. Allí planearon vivir con otros “hermanos”, apartados del resto de la sociedad, alimentándose de la tierra y siguiendo los principios de la belleza, la virtud, la justicia y el amor, en su búsqueda de una existencia perfectamente armonizada con su entorno y las demás criaturas de Dios y con unos principios que ahora denominaríamos veganos:
Nos abstendremos de consumir azúcar, melaza, leche, mantequilla, queso o carne, pues no admitiremos nada que haya causado perjuicio o muerte a los hombres o a las bestias.
También desborda ingenio al describir su llegada a la comunidad “paraíso”:
Este Edén del futuro consistía, de momento, en una vieja casa de labranza de color roja, un establo desvencijado, muchos acres de pradera y un bosquecillo. Por ahora, diez manzanos antiquísimos constituían la única fuente de “castas vituallas” que el paraje podía proveer. Pese a todo, inspirados por la firme creencia de que pronto emanarían exuberantes huertas de sus íntimas conciencias, estos rubicundos fundadores habían dado en bautizar sus dominios con el nombre de Fruitlands
Y las buenas intenciones:
La cuadrilla de hermanos empezó usando palas para cavar en el jardín y roturar los labrantíos, pero, al cabo de unos cuantos días, su ardor se vería mermado de forma asombrosa. Las ampollas en las manos y los dolores de espalda les hicieron intuir la pertinencia del uso del ganado, al menos temporalmente.
La hermana Hope (la señora Alcott real) define perfectamente el papel de la mujer en todas la épocas a las que hemos asistido en la que ha habido más disertaciones sobre la vida que ganas de trabajar. Tenemos esa cara de apio viendo desde que se inventó la tos.
Ante la pregunta de “¿Hay alguna bestia de carga en la casa?” la señora Lamb respondía, con una cara que era un poema, “¡Solamente una mujer!”
La experiencia en Fruitland fue breve, menos de un año, de junio a diciembre de 1843. Les pudo el crudo invierno de Nueva Inglaterra y la absoluta incapacidad de sus ilustres miembros para afrontar las cosas prácticas y triviales de la vida en el campo.
Edición muy cuidada de Impedimenta, como siempre.


Mi mes en una lista.
Solo por leerme, GRACIAS, tu gesto me saca de mi cabeza todo el mes. El 2025 ya es mejor.